sábado, abril 11, 2009

La Fiera

Entonces La Fiera nos miró, se levantó y atacó. La persecución a la que le habíamos sometido debía de haber sido suficiente. Su piel era ya roja de tanta sangre que corría. El acoso de nuestros cuchillos, de nuestras espadas y de nuestras lanzas le había provocado heridas de arriba abajo. 
Pero hasta entonces, La Fiera solo había huido, corriendo, aullando, llorando. Hasta entonces...
Porque fue ahí, cuando la arrinconamos en la cueva cuando nos miró. Y cambió todo. De repente el mundo se dió la vuelta y fuimos nosotros los que, inmóviles, teníamos miedo. Y era La Fiera quien controlaba la situación. Era ella la que tenía el poder, como si se hubiera estado alimentando de cada cuchillada, de cada lanza (algunas incluso clavadas todavía en su espalda), de cada una de nuestras miradas. Desde el fondo de la cueva nos miró. Había perdido el miedo a morir. A ser asesinada. A partir de ahí, La Fiera hizo cosas que no había visto ni en mis peores pesadillas. Nosotros, hombres que han trabajado su tierra con las manos, que han movido montañas con sus herramientas, que han críado hijos fuertes, capaces de aguantar el peor de los fríos, el hambre, los viajes... Nosotros, los mejores hombres entre los hombres del norte, lloramos como niños. Jamás esperabamos que La Fiera fuera a hacer algo así. Pero solo quien ha visto esa mirada puede saber a qué me refiero. Miedo, pánico, terror. O peor. La certeza de que vas a morir. Y lo vas a hacer de una forma cruel. Sufriendo.
Y nosotros vimos esa mirada.

- Entonces... ¿os mató a todos?
- Sí.
- ¿Incluso a ti?
- ¿Por qué crees que estoy aquí?

2 Susurros:

Blogger Jaime P said...

Los hombres más poderosos temiendo algo que ellos mismos han despertado...

Me gusta cómo escribes fiera,

un saludo

2:08 p. m.  
Blogger Alnitak said...

Oye, este texto es genial!! :-)

12:34 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home