jueves, septiembre 07, 2006

Llueve en Mi


Busco estrellas perdidas en cielos nublados.
Nunca se me dió bien esto de jugar a ser astrónomo. Ni tampoco Superman.
El cielo me quedó siempre muy lejos y la kriptonita demasiado cerca.
Y por mirar al cielo acabo metiendo los pies en un charco. Lejos de enfadarme me pongo a saltar y salpicar a todo el que pasa por mi lado.
La magia del momento no la rompe un hombre que me quiere pegar y salgo corriendo.
Pienso en subirme a un árbol para evitar al viejo y poder ver las estrellas de cerca.
Pero la euforia se me ha acabado. Mi vida es una motaña rusa.
Antes estaba arriba y cuando pensaba subir... me encontré atado al suelo. Yo... que creía que eso era imposible.
Sin saber salir de los besos que ya no me das.
Sin ser capaz de olvidar el fuego de tus labios y tu sexo.
Ese que ahora calentará otra cama y otro alma.
Trato de huir a ninguna parte en busca de las sombras de las estrellas.
Me invento mil canciones para dedicarte. Pero no puedo. Siempre llego a un estribillo que me hace llorar... y no puedo seguir. Y miro al cielo. Y las nubes tapan las estrellas. Pero no llueve.
Maldita la lluvia que no cae.
Malditas las nubes que me tapan el cielo.
Malditas las mujeres de las que me he enamorado sin haber recibido nada a cambio.
Malditas las noches como esta.

Haga lo que haga mi vida sigue su propio rumbo. Hace tiempo que tengo la sensación de haber perdido el timón. Soy un barco a la deriva. Sin barco ni chaleco salvavidas.
Naufrago en charcos de estrellas... o de polvo... ni lo sé.

Me da vértigo recordar aquellos días felices y azules. Con Sol por la mañana y Luna por la noche. Puede parecer estúpido. Pero es lo máximo. Tú lo sabes... es lo más grande que puedes pedir. Un Sol para el día y una Luna para la noche.
Pero mi vértigo no me deja recordar el calor de mi cuerpo junto al tuyo quemandose con los rayos del Sol. Ni siquierea recuerdo el color de tu piel bajo la luz de la Luna. Ni el sabor de tu boca. Ni el cielo de tu cuerpo.
O el mundo está loco o yo me he quedado ciego.

Fingiré a todo el mundo que sigo siendo yo. Pero no sé donde parará todo esto. Nunca he sido un buen actor. Ni tengo la pose de seductor. Ni la lavia charlatana que te salva en los momentos complicados. Nunca pasé del teatro de barrio. Y no... no es miedo escénico. Quizá ante tus ojos sí. Ellos tuvieron un poder sobre mí para descontrolarme mayor que cualquier otra cosa sobre este planeta.

Pero en mi cabeza solo hay vértigo. Puro y duro vértigo. No aguanto más noches como esta sin ti a mi lado. Sin la esperanza de que mañana me dirás te quiero o la ilusión de un masaje que acabe en abrazo eterno. Vértigo. Sin más. Que no es poco.
V
é
r
t
i
g
o


Leo los libros que te regale cuando aún tu me querías.
Repaso las dedicatorias del último año cuando todavía venías por la espalda, corriendo y me abrazabas por detrás, como si se fuera a acabar el mundo, con furia, y luego, con toda la delicadeza del mundo, como si me fuese a romper decías te amo.
Repaso aquellos poemas que te dediqué. Aún aquellos que tú no sabías que te iba a regalar.
Versos inacabados si mis labios no los han pronunciado junto a tus oidos

Las luces de esta ciudad me matan. No quiero verlas. Quiero que se apaguen. Como se apagaron cuando se acabó tu amor por mí. O como cuando se apagaban para que las sombras tapasen nuestros cuerpos. Una cama solo. Dos cuerpos. Sin luz. Las sombras vigilando que nadie ni nada nos molestase.
Pero no... las luces siguen ahí. Recordandome que un día se apagaron para tí y para mí.
Tengo la sensación de que juegan conmigo.
Maldita sensción.
Me gustaría volar. Pero ya sabes... soy un cobarde. Tengo miedo de volar y no saber bajar. Lo sé. Soy estúpido. Habiendo estado allí arriba ¿quién quiere bajar?
Pero tengo miedo. El miedo es algo estúpido. Irracional. Pero lo tengo

Pierdo las horas en mirar las estrellas. No encuentro las palabras que te dije cuando mirabamos ese mismo cielo muchas noches atrás. La inspiración existe. O existió. Mi memoria parece que no.
Te fuiste de mi casa y de mi vida sin dejar una dirección, una carta de despedida, un beso en los labios, un esto es lo mejor para los dos.
Y las estrellas siguen escondidas a mis ojos. Nada
Y todas mis miradas se dirigieron al cielo. Sin saber que buscar. Pero solo hay nubes.

Mis pantalones mojados. Mis zapatos mojados. Mis calcetines mojados.
Un charco

Mi mejilla mojada
Una lágrima

Mi corazón mojado
Tu ausencia.

Y no hay sombras que vengan a llevarme a casa. Que apaguen aquellas malditas luces. Que te traigan de vuelta a mis brazos. Que me engañen y me digan un "te he echado tanto de menos..."
Y es verdad que una vez las sombras me acompañaron... es verdad. Pero hoy no

Miro al cielo y no te veo.
Miro al suelo y me pierdo.