Lo que me imagino del maR.

Me imagino tu espalada, mirando como ha ido poco a poco anocheciendo sobre el mar. Como las olas han arrastrado la arena de los relojes. Y como pasa el tiempo.
Me imagino que llaman a la puerta. Por un momento se rompe la magía.
Pero la cuirosidad te puede.
Vas hasta la puerta y la abres.
En el suelo una botella. Un mensaje dentro.
Miras por el hueco de las escaleras y descubres como una ola se marcha corriendo de vuelta al mar.
El asombro te puede durante unos minutos. Una gota de agua (apasionada sin duda) que un día se escapó de ese mar que está en frente de tu ventana, ahora se resbala por tu mejilla.
Sales del asombro. Entras en casa.
Quieres alargar este momento eternamente. Es tu momento.
Me imagino que ahora vas al sofá. Te sientas. Quitas el tapón de corcho de la botella.
Con mimo, con mucho mimo, como si fuese un frágil hijo capaz de romperse con el pensamiento, dejás la botella entre los cojines.
Me imagino que te armas de valor y metes la mano. El hueco es pequeño. Pero tu mano también. Perfecto.
Me imagino que piensas que aquel que mandó la botella al mar sabía exactamente el tamaño de tu mano. La coincidencia es asombrosa. Demasiado para ser real.
Me imagino que en este preciso momento suena un piano. Alguien acaricia las teclas como si del cuello de una mujer se tratase. Acordes suaves. Notas que acarician.
Por fin lo tienes. Lo abres. Una frase. Una pregunta. Un sueño.
"¿Cuándo nos vemos?"
Me imagino que otra lágrima se ha unido a tus mejillas.
Una sonrisa en los labios.
Y el piano que sigue acariciando los sentidos.